sábado, 13 de septiembre de 2008

Pétalos de rosa


“¿Qué menos que embalsamar los pétalos de la rosa muerta?”
Ida había desaparecido. Esfumado. Ido. Evaporado. Escapado. Ida, como siempre. Ida, para siempre. Sobre mi mesa, una nota:
“¿Qué menos que embalsamar los pétalos de la rosa muerta?”
Ida, ida. Maldito juego de palabras.
Sus ojos de hada, sus alas de gaviota en el corazón.
Se apareció ante mí, divina aparición, una noche de verano frenética. En el anochecer de mi vida, el mediodía de la suya, me dijo que creía no existir. Que no estaba segura. “¿Acaso fui?¿Acaso seré? Si existo, he de ser, pero ¿Qué soy?” “Eres una rosa” le decía yo.
Todos los días, todas las tardes, todas las noches, todos los mediodías “Eres una rosa, mi amor” Sonreía con sus ojos verdes de hada. ¡Qué hermosa era mi rosa!
“¿Y cuando marchitan las rosas?” preguntó un día, en su completa inocencia. Porque mi Ida era muy inocente, mi Ida era muy pura. “Nunca, quítate eso de la cabeza, vida, nunca”
“Oh” reflexionó un instante “Pero las rosas son efímeras” “¿Quién te ha dicho eso? Miente. Las rosas siempre viven para los que las amamos” Pero no conseguía convencerla. “Las rosas son efímeras” repetía. Y se encerraba entre sus pétalos de rojo terciopelo, escondía sus ojos verdes y callaba.
Un día dijo: “Si cortas una rosa, no durará más de una semana fresca. Si cortas una rosa está condenada a morir” “¿Ajá?” Yo escribía poemas, absorto en una vieja Olivetti azul. “Si cortas una rosa, no durará más de una semana fresca. Si cortas una rosa está condenada a morir” Decidí parar. “Tranquila, amor, a ti nadie te cortará” “¿No lo entiendes? Yo ya estoy cortada. ¿Acaso tengo raíces?¿Acaso tengo savia?” Me miró a los ojos. “Qué crueldad, haberme creado rosa y haberme condenado a morir. “
“¿Qué menos que embalsamar los pétalos de la rosa muerta?”
Ay mi Ida, ¿Dónde estás? ¿Qué has hecho? ¿Exististe de verdad? Ay mi Ida ¿dónde estás?
La olvidé. No fue sino una ilusión. Un último regalo de mi mente agonizante. La vida se me escapa y no me salen las palabras. Hay que ver que fantasías, una mujer que se creía rosa. Ida. Hay que ver, Ida.
Ahora, ojeo los últimos tomos de lo que queda de una enciclopedia...G…H…I..Id…Ida. De la enciclopedia salen volando pétalos de rosa, explotan pétalos de rosa roja aterciopelada. Cientos, miles, pétalos rojos puestos a secar.
Y huelen a rosa roja. Huelen a Ida. Huelen a lo que fue la vida.

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