viernes, 9 de octubre de 2009

EXCUSAS PARA ESCRIBIR PAPIROFLEXIA

Diana, que vivía dentro de una bombilla tenía un libro en la mochila. Un aburridísimo libro de un autor consagrado con el que nunca le apetecía matar el tiempo. Así que Diana pensó y claro, que remedio, se iluminó. Arrancó una hoja de aquel libro plomizo y tosco, la dobló y la volvió a doblar. Se le antojó que aquello podía ser un pájaro y lo echó a volar, pero cayó al suelo ardiente de la bombilla y se quemó. Así que cogió otro pedacito de papel y lo plegó varias veces más. Esta vez el vuelo fue más elegante, aunque breve, y el pájaro se estrelló de nuevo para correr la misma suerte que su antecesor. A aquel autor consagrado poco le podía importar lo que Diana hiciera dentro de una bombilla, por eso siguió deshojando el libro. Se le ocurrió que cuantas menos hojas tuviera le costaría menos trabajo leerlo. Y continuó. Y sí, amigo mío, así se inventó la papiroflexia. Pero no creo yo que esté descubriendo nada que no se sepa. O ¿es que nadie se ha fijado en los pájaros de papel que vuelan alrededor de los filamentos de las bombillas?


- Sí doctor, lo sé. Usted es psicoanalista y no se encarga de dolencias o son ¿turbaciones? No sé, inquietudes como la mía, pero…es esa palabra…No vivo doctor, ya no. Me enloquece, de verdad se lo digo. Es escucharla y acto seguido mi mente comienza a trabajar aceleradamente y no, no puedo parar. No son drogas, no, doctor. La ketamina me producía otra sensación. Esto es algo más profundo y mucho más exasperante, es insoportable doctor. Si pudiera arrancarme esa palabra, no sé, alguna terapia de shock. Dígame, se lo ruego, una palabra que me provoque la sensación contraria, no, no, no quiero un antónimo, bueno sí, un antónimo sí, pero de la sensación que me provoca. Quizás si le pregunto a Diana… puede que ella me ayude, aunque creo que anda ocupada. No lo sé doctor, ayúdeme. Sí, la palabra, sí… Es… Es… papiroflexia.

“ Y la noticia que ahora les vamos a relatar les dejará boquiabiertos: Un psiquiatra de Barcelona enloquece por apuntar la palabra papiroflexia en el informe de un paciente. El doctor, de nombre Diana, rompió una bombilla al chocar contra ella con el pájaro de papel en el que viajaba. A causa del impacto el arte de la papiroflexia se expandió por tierra, mar y aire. Y ahora nuestra compañera Amelia nos hablará de…”

Tenía que coger un papel y un bolígrafo y escribir algo. O eso le habían dicho. Pero él no era demasiado dado a tales menesteres. Un papel, un boli y letras… letras… No le gustaban, concretamente algunas de ellas, por ejemplo... la “t”. La detestaba. “Lógico que la palabra detestar lleve dos “t”s” pensó. Y siguió descartando letras. De mala manera las expulsaba de su papel a medida que las letras, indefensas, trataban de saltar de su cerebro a su forma escrita. Había letras realmente horribles. Finalmente se decantó por unas pocas; nueve concretamente. Las dibujó en el papel y las ordenó a su antojo, también repitió alguna a la que había cogido especial cariño. Luego cogió el mismo papel y lo dobló. Aquello era todo lo que tenía que escribir. Después lanzaría la palabra al aire porque estaba seguro de que Diana desdoblaría aquel pedacito blanco de ingenio y… seguro que a ella se le ocurriría qué hacer con él.

Papiroflexia, leyó.

1 comentario:

Rafa =) dijo...

me gusta mucho
muy... surrealista?