martes, 27 de octubre de 2009

-Cama 2261.-

-¡Ojú! ¡Mira hijo!-

Yo me levanto y me calzo las zapatillas de andar por casa. Es una de esas pequeñas cosas que hacen que este lugar no sea tan frío y estéril. Poder traerte las zapatillas, me refiero.
Cruzo mi cama y la cortina separadora, y allí está, en su cama, panza arriba con una bata azul y agitando las piernas.

-¡Mía! ¡Mía cómo muevo las piernas!- y sonríe.

De joven se le deberían formar hoyuelos en las mejillas al sonreír pero tras toda una vida trabajando en el campo, las arrugas son la marca distintiva del tiempo. Una marca a hierro vivo.

-¡Ehto e un milagro! ¡Obra de la virgen! ¡Ojú! ¡Qué ante, no podía de moverme, y mía ahora! Ehto ha sío la virgen.-

¡Qué acento más cerrado tiene el condenado! De Granada es mi compañero, y 74 años lleva a cuestas, que se dice pronto.

-Mañana, cuando te den de alta, a mí tambié me lo tendrán que dar. Y salimo lo do juntos y sin el tacataca.- dice entre ojús, vivas la virgen y sin parar de pedalear el aire.

Según me ha contado, hace unos días estaba trabajando tan normal en la huerta, sin problemas. Cogió la bicicleta y cuando fue a bajarse, le agarró la pierna y el brazo.

-¡Qué milagro! ¡Ojú!- le brillan los ojos entre las arrugas, las cejas poco pobladas y las bolsas de los ojos.

Me pregunta a ver si estudio, y me cuenta que su nieta está en San-Sebastián estudiando medicina.
Él no sabe ni leer, ni escribir. Tan poco sabe que le causa el dolor. Los médicos tampoco. Lo tienen atiborrado de calmantes pero no le hacen pruebas. Él solo sabe del campo y yo, su nombre. Se llama Francisco.

“Desde la ventana del hospital no se ven los campos donde yo crecí” Pensará cuando se queda colgado mirando a través de las persianas.

-¡Obra de la virgen! ¡Ojú! ¡No vé! ¡Mía cómo muevo las piernas!-

Y yo lo veo pedaleando en una bicicleta roja,
con la bata azul,
por una caminito de grava
entre los campos de Granada.

Es la una de la madrugada en una habitación del hospital de Txagorritzu, el cielo está naranja y un anciano nacido en Granada, de nombre Paco, pedalea en el aire tumbado en la cama sonriendo, y yo a su lado no para de reír de alegría.

Lo dicho. Quizá, y por obra de la virgen, salgamos los dos juntos del hospital sin ayuda del tacataca y en bicicleta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Historias de Txago... creo que darían para escribir un libro ¿en serio que Francisco ha salido también hoy?