martes, 12 de enero de 2010

CONFESIÓN ARMÓNICA

Es preciso que mencione las razones por las que ayer por la tarde decidí asesinarte. Ya lo sé, ya no importa, lo entendiste en el mismo momento en que machacaba tu armónica a porrazos con la silla. Pero necesito justificarme, o al menos, recordarte el cúmulo de circunstancias que desencadenaron que ayer a las cinco y cuarto bajase los escalones que separan mi piso del tuyo. Debes de saber que utilicé la misma llave que me copiaste hace más de cuarenta años para abrir la puerta. "Entrar,limpiar,cocinar,salir" dijiste, hace más de cuarenta años. Y entré en tu casa como siempre lo hacía "Entrar,asesinar,salir,huir" pensé. Cogí tu armónica y la lancé unas cuantas veces contra el suelo del salón. Tu sombra me observaba, tranquila ,serena, sentada en el butacón donde tú con las piernas cruzadas te limitabas a esperar. Por supuesto, aquello me irritó aún más. Me acerqué a ti y te lo dije, te dije que iba a matarte. Asentiste. Me di la vuelta y seguí a porrazos con la armónica, esta vez con la silla como instrumento de faena. Te levantaste y encendiste el tocadiscos: la quinta de Beethoven. A continuación, volviste al butacón a reunirte con tu sombra. Encendiste un cigarrillo. Apenas podía distinguir tu cara perdida entre el humo y la oscuridad. Tuve miedo de no acertar. Apunté y supongo que sonreíste. Disparé.

Es preciso que mencione las razones por las que ayer por la tarde decidí asesinarte. Y lo haré, lo haré porque creo que una armónica estampada en el suelo de tu salón no dará demasiadas pistas a un policía idiotizado. Lo hiciste. Decidiste morir. Hace tres semanas desde que la música de tu armónica dejó de colarse por el patio a mi ventana a las cinco y cuarto.¡ Cómo pudiste! Te abandonaste. Ibas a morir. Querías morir. Yo sólo te ayudé. Sonreías, sé que sonreías.

No hay comentarios: