viernes, 3 de octubre de 2008

El perro salió de un dibujo a carboncillo


El perro salió de un dibujo a carboncillo. Puede que nosotros también. No somos sino una foto en blanco y negro, creación inanimada tomando café en un bar.
Pero el perro es de carboncillo, negro como el carbón.
Era de la época en la que él aun dibujaba a color. Los matices de los rayos de sol, los tomates recién cortados, las manzanas verdes, el azul del mar… todo eran explosiones de vida sobre la cartulina. Saltos, fiestas, primaveras, amores de verano y prados de hierba.
Pero el perro era de carboncillo, negro como el carbón.
Porque algo ocurrió en su mundo. Un cambio. Quizá un desamor.
De ahí nació Aiduru, de la unión de una noche negra sumergido en pensamientos negros y la pureza, el comienzo, de la blancura absoluta. Aiduru, negro y fiel perro labrador es tan negro como las cenizas de los dibujos a color.
Pero el perro era de carboncillo, negro como el carbón.
El blanco y el negro, folios, humo de cigarro y pasión.
Sus dibujos oscuros, profundos como aquellos primeros ojos de perro llenaban las paredes de una pequeña habitación. Hasta que, una noche de perros, la lluvia sobre el cristal y el dueño lejos, muy lejos del papel, Aiduru olisqueó uno de esos nuevos dibujos. Olía a su nacimiento, a humo de cigarro, a folios y a pasión. Intentó tocarlo. Al primer intento manchó la pared blanca de hollín con una de sus patas de terciopelo negro. Al segundo, metió el hocico en el mundo a claroscuro del papel. Y una pata. Y la otra.
Cuando el pintor entró en la habitación la cola negra de carboncillo soltaba hollín sobre la cama mientras terminaba de meterse en el dibujo.
Corrió. Corrió detrás de él para cogerlo y cayó, irremediablemente, a este otro mundo.
En un bar. Un bar en blanco y negro en el que no para de dibujar. Se sienta en una mesa y entierra sus ojos tras greñas imposibles mientras sujeta fuerte a Aiduru bajo la mesa. No se volverá a escapar. Los ojos negros del perro de carbón recorren los pliegues negros de mi chaqueta de cuero. Se relame. Bosteza y se sacude llenando el dibujo de su amo de motitas de hollín. Me miro la mano. Es blanca con manchas a carboncillo.
Como el perro que era de carboncillo, negro como el carbón. Negro de hollín.

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