
Y, nuevamente contra las leyes de la naturaleza, de la biología, de la antropología, de la geología, del creacionismo y el evolucionismo, la estatua de Ícaro levantó sus ojos hacia el sol, hacia el sol, hacia el sol, hacia el final de sus alas de cera, hacia el final de su vida y sonrió melancólico. Una lágrima pétrea por una historia. Su cuerpo de piedra por volver a volar hacia el sol. Porque, mientras, los pensamientos de aquel que se sentaba en el patio subían, crecían, trepaban, hacia el sol, hacia el sol, hacia el sol….
Y, con la cabeza enterrada entre sus brazos, con el cuerpo recostado en una mesa de piedra de un patio de piedra, soñaba. Contra todas las leyes del ser humano la naturaleza rompía sus normas por alguien que impulsaba alto a sus pensamientos, que los elevaba, que hacía espirales con ellos y los mandaba hacia el sol, hacia el sol, hacia el sol , con los ojos cerrados y el alma a flor de piel, su ser se elevaba como la mirada de la estatua de Ícaro, hacia el sol, hacia el sol, hacia el sol…
Y cuando llegaron crecían hiedras donde el día anterior no las había, y una estatua derramaba una lágrima de piedra sobre su mejilla. Pero solo vieron el cuerpo del pensador, inerte, recostado en la mesa de piedra, la cabeza entre los brazos…y el alma, con alas de cera, volando hacia el sol.