sábado, 8 de mayo de 2010

Aidel

"Regálame una lágrima" Pero Aidel no quería que Milto llorara. Aidel quería una lágrima para ella, para sus ojos acromáticos.

"Regálame una lágrima Milto. Una de ésas transparentes de libertad, cristalinas de tristeza. Por favor Milto."

Milto la miraba fijamente sentado en el suelo. Su espalda sostenía una pared verde en la que lo descascarillado dibujaba mapas grises.

"No puedo Aidel"

"Milto... una lágrima que abra esa ventana de par en par Milto. Una lágrima para poder respirar"

"Aidel..."

Las paredes semiderruidas de su comunicación resquebrajada se sostenían por los pilares de la costumbre y la comodidad. Una lágrima arrancada a Aidel derrumbaría la fragilidad de aquella estructura carcomida por los años y apenas sustentada por el miedo al poderoso dolor de las palabras.

"Me voy"

Y una lágrima resbaló por la pared descascarillada de la mejilla acromática de Milto. Y las paredes se derrumbaron a su alrededor al tiempo que Aidel era engullida por la luz de la escalera tras la puerta.

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