miércoles, 11 de febrero de 2009

Las ostras y la economía según mi abuela

Sube la gráfica y baja la gráfica. ¡Vaya! ¡Otra cuesta más! Vuelve a subir y a bajar… debe de ser la crisis. Sí, sí, ésa que tan mal carácter gasta. Sí hombre sí la de los colmillos de serpiente, colmillos de diamante, pero colmillos al fin y al cabo. ¡Venga! ¡Otra vez! Vuelve a subir y ¡chof! A estrellarse, como un huevo frito en la sartén. Pero si ya lo decía mi abuela, algo así no puede acabar bien… no ¡no!


¿Y qué más da? ¡Mozart! ¡Mozart! ¡Otra copa para mis compañeros y otra para mí! ¡Subamos! ¡Subamos todos juntos! Ya llegarán las caídas de bolsa y de bolsillo, mientras tanto… ¿dónde íbamos? ¡Ah sí! Mi abuela. Mi abuela los odiaba, mi abuela nos odiaba. No se puede vivir así, decía. Ella no diferenciaba entre poder y deber y yo no diferencio entre deber y querer. Terrible problema el nuestro. ¡Ostras para todos Vivaldi! Sí, perdón, Mozart, ¡ostras para todos en tu primavera!

Mi abuela diría: no se debe comer ostras en crisis. Pero mi abuela no entendía de crisis. No de éstas al menos, de éstas que se curan comiendo ostras. ¡Pobre mujer! Toda su vida viviendo en la mitad de la gráfica. ¡Cómo nos odiaba! ¡Locos! ¡Viciosos! ¡Monstruos sedientos de lujuria! La bolsa subía con cada una de sus palabras y claro mi bolsillo volvía a bajar. ¡Egoístas! ¡Insensatos! Dos puntos, tres puntos, gráficas arriba y abajo. ¡Ah! Si mi abuela pudiese asomarse por alguno de los picos de mis gráficas ¡mangarranes! ¡desgraciados! Eso nos diría. ¡Pobre mujer!


Mientras tanto comeremos ostras, que ya vendrán tiempos mejores y quizás, con un poco de suerte, un día, en lo alto de la gráfica, una servidora escriba algo que realmente merezca la pena leer.


¡Mozart! ¡Una de ostras!

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